lunes, 17 de marzo de 2008

tal vez sea porque aun estamos en verano que las caminatas siguen siendo
lentas y todavia nos queda tiempo para
levantar ambas cejas, con una mirada perdida en el piso
con un tinte reflexivo
de esas reflexiones que no te llevan a ningun lado
que mezclan mitades de ideas tontas, cosas que deseariamos que sucedieran,
el color del suelo, la sombra que se dibuja bajo los pies,
un par de silencios y una canción...infaltable!, la canción que empezas a cantar degustando cada palabra como si fuera nueva, como si nunca la hubieses escuchado...giras sus letras, las enredas en tus rutinas
y en el resto de las formas...


digo, nomas...al margen de toda toma corporal de mariposas, o posible melancolia de finales improvisados

viernes, 7 de marzo de 2008

pasajera en Miércoles

Mediodia lluvioso, otro de los tantos que por poco lo obligan a uno a disfrazarse a la hora de salir a la calle. Un tren puntual, cosa que rara vez ocurre en la estación de Berazategui.
Afuera, a través de la ventanilla, los obreros con sus cascos amarillos trabajando en la nueva construcción de 24 y 149.
Una mano que se posa sobre mi hombro derecho, propiedad de la jovencita de ojos grandes y redondos que se acerca para saludarme, mientras guarda el vuelto de boleto en la mochila.
Mucho ruido en el vagón, paraguas negros por doquier, pilotos azules, caras largas y vendedores ambulantes que piropean a las colegialas de polleras tan cortas como el ruido del pica-boletos.
Gente corriendo de un lado a otro, celulares sonando, bebés fastidiosos por la humedad, algun que otro niño malcriado pidiendo a gritos a su madre que le compre gomitas.
Todo se detiene por tres segundos, dejándome oir los pasos de aquel señor.
...uno, dos, tres...cuatro...desaparece a mis espaldas tras un grupo de gente.
Vuelve el bullicio. El silencio y aquellos pasos sembraron una especie de curiosidad o sueño tal vez, quizas una posible canción de amor...
Una sonrisa que nace del lado derecho, y se esparce hacia el izquierdo, guardando no sólo los dientes detras sino también otra historia.
Cerrando los ojos, me sumerjo en un sueño.

jueves, 6 de marzo de 2008

La vida segun un miercoles








Si, porque no? rareza? acaso no se cruza todo el tiempo con paredes verdes, y con ladrillos viejos atestados de musgo?
Bueno, yo soy un poquito de eso, soy uno mas.
Esto es interesante, aunque para pocos. Nadie quiere escuchar hablar a algo de lo que únicamente la gente se acuerda cundo ensucia las tejas de su techo, mancha las paredes, o tapa parcial o totalmente una canaleta, desagüe o tubería.
No soy importante entre los míos. Criado y nacido en un barrio de clase media, en un casa bastante venida abajo (nadie deja que vivamos en barrios modernos) pero ahí estábamos todos bastante juntos, medio hacinados. Yo progrese, o por lo menos eso era lo que creía. Logre independizarme, me mude solo, a otro sector de la ciudad donde había... como es que la gente le llama... ah si!, chales!, muchos, de ladrillo visto, construcciones en las cuales éramos un lindo decorado, si es que no exageramos nuestras dimensiones, obviamente. Imagine, un lugar así es como un kiosco para un nene, o un cabaret para un soltero. Igualmente no todo era tan perfecto, pues en los kioscos se venden también libros y en los cabaret las mujeres no creen en la fidelidad. Acá compartíamos los huecos entre los ladrillos con las arañas, bichos bolita, gusanos, mortero, y todo la mugre que se les pueda ocurrir, pero, dentro de todo, era una buena vida. No se porque, pero en esta zona llovía mas, era un clima mas agradable, mucha humedad, yo brillaba radiantemente verde, era una locura verme por la tarde, cuando ya empezaba a secar todo, yo seguía apuntando al sol, para que todos me vean.
Mi casa era habitada por una familia común, bah, común para las que yo conozco que no son demasiadas. Eran un hombre y una mujer grandes, y un niño y una niña, pequeños por supuesto. De ellos no se mucho, los veía cuando salían y entraban y a los nenes en verano, que jugaban en la vereda. Así fue que en más de una ocasión recibí un pelotazo o me ensuciaron la cara con tiza. Pero eso solo ocurrió durante un tiempo.
Los años pasaron y el barrio fue cambiando. Nuevas casas, nuevas familias, nuevos autos, siempre la misma humedad. Mi casa estaba ahora vacía y así por un largo tiempo. Se mudaron a ella muchos bichos taladro, que rápidamente se ubicaron en las aberturas y en el techo y si que parecían disfrutarlo. La basura se acumulo en el porche y los otoños dejaban sus hojas tapando el marchito jardín. No se cuanto mas tiempo paso, pero ya las casas del cuadra empezaron a parecerse a la mía en el abandono, la suciedad y el olor. No parecía bueno, sobre todo porque ahora éramos muchos, por todas partes, moho en los techos, gusanos debajo de las hojas secas, hongos en los árboles y musgo, musgo entre todos los ladrillos, tanto que ya costaba apreciar el simétrico dibujo de los ladrillos. El silencio lleno los espacios intransitables y la ausencia de todo lo lindo, se metió en cada rincón.
De un día para otro, unas maquinas amarillas, gigantescas revivieron las calles, las veredas se llenaron de hombres con cascos amarillos y grandes hojas de papel en las manos. Yo no entendía nada. Las casas empezaron a caer como lo hacen los árboles podridos. Les arrancaban las entrañas y con ellas sus habitantes y entre tanto ruido, maderas astilladas y revoques destruidos, vi que se acercaba uno de esos humanos, con su cara empapada de sudor, los ojos marrones que destellaban como quien disfruta de un buen vals o de un vino de colección entre amigos, que mas que amigos son colegas o hermanos, y lentamente se acercaba y elevaba su masa, de cabeza negra cuadrada, que como todo aquello que mata guarda un poco de los restos de la victima anterior y el sol se reflejo en el brilloso mango de madera lustrada, que trajo a mi memoria los mejores tiempos de mi casa, los juegos por la tarde, las rayuelas en la vereda, la verja del jardín recién barnizada, y la masa que se acerca, los dientes se aprietan, verdugo y victima se hacen uno en el momento en que…
Caí. Ya nada se veía igual. Mejor dicho, ya no se veía nada. Estaba en la oscuridad, tapado por escombros. No se estaba tan mal, no se te olvide que soy un musgo. El caño roto de agua ayudaba bastante a sanar mis heridas y la falta de luz era un alivio a tanta exposición al sol del mediodía y así que me relaje por un rato largo. Deje de pensar en todo lo que había pasado, en el dolor y el sufrimiento, en las perdidas y al compás de las gotas lentamente me dormí.








lunes, 3 de marzo de 2008





Primer consigna cumplida! (inconsientemente) que cada uno haga su version de la vaca en el tejado

y el lunes por la madrugada...la aparición...

domingo, 2 de marzo de 2008

Manifiesto





Con permiso y mucha atención
presten sus ojos a la inauguración
de este blog
que cabalga los techos
por las noche
con la capa de un vengador
pero solo es un pedacito nuestro
que se renegó
y no soportó
ajustarse a las estructuras
que desea
encontrar mas animales en los tejados
que libros de buena fe
en las bibliotecas
de las familias
del barrio
de la ciudad
del país
de siempre jamas