Mediodia lluvioso, otro de los tantos que por poco lo obligan a uno a disfrazarse a la hora de salir a la calle. Un tren puntual, cosa que rara vez ocurre en la estación de Berazategui.
Afuera, a través de la ventanilla, los obreros con sus cascos amarillos trabajando en la nueva construcción de 24 y 149.
Una mano que se posa sobre mi hombro derecho, propiedad de la jovencita de ojos grandes y redondos que se acerca para saludarme, mientras guarda el vuelto de boleto en la mochila.
Mucho ruido en el vagón, paraguas negros por doquier, pilotos azules, caras largas y vendedores ambulantes que piropean a las colegialas de polleras tan cortas como el ruido del pica-boletos.
Gente corriendo de un lado a otro, celulares sonando, bebés fastidiosos por la humedad, algun que otro niño malcriado pidiendo a gritos a su madre que le compre gomitas.
Todo se detiene por tres segundos, dejándome oir los pasos de aquel señor.
...uno, dos, tres...cuatro...desaparece a mis espaldas tras un grupo de gente.
Vuelve el bullicio. El silencio y aquellos pasos sembraron una especie de curiosidad o sueño tal vez, quizas una posible canción de amor...
Una sonrisa que nace del lado derecho, y se esparce hacia el izquierdo, guardando no sólo los dientes detras sino también otra historia.
Cerrando los ojos, me sumerjo en un sueño.
viernes, 7 de marzo de 2008
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